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Natalía




"¡Soy autosuficiente!"
Me gritabas borracha en la calle,
un martes de madrugada
mientras volvías sola a casa
golpeándote contra las paredes del barrio.
Nuestro barrio adoptivo.
La Malasaña que nos ha visto cambiar
de púber a mujer
en tan poco tiempo
y tanta alevosía.
Hemos crecido siguiendo una flecha.
Me gusta pensar que es una flecha inerme,
dibujada con tiza en el suelo,
un trazo grumoso,
voluble pero intacto,
una línea audaz.

Eres mi rayuela
y salto sobre una pierna
con todo mi peso
llegando al “cielo”,
dando media vuelta a la pata coja
para recoger el fruto:
La piedra real que hay en el suelo.
Hoy regreso a casa para contarte
que soy feliz,
que he llegado
sana y salva
a donde siempre quise ir.
Que aún queda camino,
más números de tiza sobre los que saltar
de puntillas como en el patio de recreo.
Pero que ahora soy feliz
y que nada más me importa.
Esto no es un Diario Vital para el Reencuentro.
Es sólo un poema tonto
para decirte que te quiero.
Un guijarro en tu ventana de windows XP,
un leve atisbo de emociones
de continente a contenido.
Toc toc.
Siempre estoy contigo.

Mharía



“Podría”...

Y es que me encanta el condicional.
Es el tiempo verbal de los sueños.
El momento abstracto donde imaginar
que eres otra,
que tu vida son mil vidas,
que quieres y puedes
“o querrías y podrías”,
ser tantas y tan buenas,
la mejor y la más justa.

“Haría”
rimando con “María”.

Me haría la tonta si no tuviera un coño sapientísimo
cubierto de heridas y llagas iluminando
cual llama de cirio erguido,
hasta el último rincón de mi diario.

El presente es tan sabio
que se toma todo el pasado para dar consejos.
El futuro no existe y quien diga lo contrario
sólo puede ser mujer.

El condicional es de los míos.
De los que lo quieren todo.
De las vidas rápidas
soñadas en el tren.

El condicional es la inyección sin espacio,
los hijos deshechos por la regla del mes,
la enfermedad que nunca tuviste
o podrías tener,
como el novio perfecto,
o la operación estética-improbable,
como una puntita más de speed
atravesando el túnel de la fosa nasal,
hasta la decadencia de lo posible.

La decadencia que no llega,
o llegaría,
si no fueramos aún demasiado jóvenes
para dejar de saltar como monas
en este espacio triste
que nos llama diosas del vacío.

Me gustan las tigresas.
Y las rayas pintadas en su piel de tigre vaginal.

Podría
Escribir cosas más cortas.
Esperar que alguien me entienda
o diga, “sí, sé de lo que habla esta chica”,
si no fuera porque no espero nada
ni a nadie que no sea yo
entrando por la puerta con una exclamación
de victora en los labios.
Con un “¡já!, te lo dije”,
directo a mi misma.
Clavado justo en el centro de la diana.

Vámonos,
es hora de filmarnos a oscuras.

Sólo tú sabes dónde estás tocando.
Qué sinfonía extraña,
la de ser hombre y mujer
a la vez en la cama.

blues del pantalón


Que sí, así , así
Y todo empieza a girar
contigo, conmigo
con las paredes frotando amor por el techo.
Mi habitación es un laberinto de venas
y siga la que siga siempre llego al mismo sitio:
a besar sin mirar a dónde,
a escalar la cima del arte.
"El sexo es el motor creativo del mundo",
mis padres son transgénero,
y yo sólo una chica con pene
venida a la tierra para despertar,
a base de tacto,
la vida que duerme bajo el sótano de mi ropa.

Si y No




O tomas una decisión ya o te desangrarás en el anzuelo.
Mientras esperas ahí tumbada, con tu mirada de pálida tonta en el infinito,
tu cuerpo continúa goteando sangre,
sigue la purga sin pausa.


Escoge de una vez porque no puedes tenerlo todo.
Siempre pensando que la vida es un estanque lleno de peces,
y ahora resulta que hasta las sirenas pasan hambre.

Ahí afuera sólo hay dos burbujas reales
el resto, son melodías en tu mente, acordes inventados.

Deja de ser mártir. Se tú misma.

¿Qué quieres hacer con la sal sobre las heridas,
con las escamas que son llagas de tu piel?

¿Qué quieres vender con esas mentiras,
con la gloria y la agonía rebajadas por tus dudas?

“A todo cerdo le llega su San Martín” y a las sirenas,
las violan los tritones.

yo(-ismo)



Me revuelvo. Me revuelco. Me revivo.

Me gustan los gusanos de seda.

Gregorio Samsa debería estar contento por haber dejado una aprendiz tan firme, tan entregada a sus pasiones, a su verbo insectil.

Me gusta amputar raíces. Y ver qué crece después en ellas. Después en su maceta con compost o vida infiltrada en drenaje.

Gregorio Samsa debería estar contento. Yoísmo me apacigua y las horas se escurren. LENTAS

claustrofobia



No voy a mentirte: está siendo duro.
A mi es que se me olvida que existen las puertas, y aún más cómo cerrarlas.
Tengo un corazón que parece un ágora y ahí estoy yo,
en medio del tumulto,
vendiéndome viva.

ADIOS




No quiero más adioses, ni dioses, ni tragedia
No quiero la vendimia del párpado arrugado
No quiero bucear en mi cuerpo y ver seco el lago

No quiero estremecer pulsos, tentar a la suerte, que me levante acaso
No quiero el decibelio, sinfonía de lo extraño

No quiero tu vapor de ira si me envuelvo de seda
No quiero ser seda, ni blanda, ni esparto

Quiero querer y querer todo, creo
Creer de crear
A ciegas
Sin bastones

confío



Me gusta el blanco esperanza,
el blanco con la boca así de grande
como cuando grité “ah!” sobre las coronillas de los que pasaban bajo el puente
y que, en un instante, se volvieron ojos que me miraban estupefactos
mientras saltaba por la barandilla y me lanzaba sobre ellos.

Sabía que no me dolería nada tras el golpe porque no habría tal golpe.
Sabía que no me levantaría aturdida y con el cúbito sobresaliendo de piel con sangre,
porque todos esos ojos, coronillas que no miraban alto antes de mi grito,
se volverían colchonetas con manos
y yo, peso de pluma entre la gente.

La confianza es algo que se pierde,
Pero bueno es saber que es algo que también se gana.

Devenir del amor




Te ocuparé el alma
cuando seas más sumiso.

Me inmolaré en tu no-cuerpo.

Y volveremos a la arcilla,
al sustrato universal
que fuimos todos.

ja, ja, ja...



Qué sabroso es el humo de las pasiones para una diosa.
Desde todas las chimeneas de restaurantes chinos,
de cualquier tubo de escape,
de tu cabeza, tan tensa y violácea,
desde una pipa de agua y viento,
asciende hacia el cielo esta risa mía de cascabel.

Objetivando el objeto.

Ser lente del mundo siempre supuso andar con plumas
sobre plantas de pies sin raíces.

Aquí estoy yo, desenfocada,
que mil pares de ojos ebrios
escaneen mis huesos de mentira
para hallar el secreto del orgasmo.

Qué atracción delicada
la de las chaquetas de tweed con ganas al otro lado de la calle

a la mierda los tacones


Mujer empieza con la letra M
el fonema maternal
que enreda en los labios
al cumplir siete semanas.

49 días de mujer en agua
preguntando todavía qué es serlo
o cómo sentirlo sin que nos digan el modo.

Lo femenino está en la M bailando descalza
y quizá en las mentiras
que contaban de niñas las abuelas, o doblemadres del destino,
para dejarnos dormidas

Algo así como que una manzana envenenada
en lo alto de una torre,
se pierde en el bosque sola y de noche
sin más compañía que su cestita y sus lobos
para terminar siendo merienda de reyes
o cortesana de alcoba.

Cuánta moraleja para tan mala memoria
esta mía de M,
o de Mente colectiva.

Érase una vez
(pero solamente una)
el sexo femenino,
el primigenio,
el único,
el fuerte,


que no es otra cosa sino Lilith la primigenia,
la única,
la libre.

¿Qué tabú en forma de tacones
la arrastró al oprobio aislante,
al cuarto donde menstrua sola?

Hay quien dice saber las verdades del útero
sin tener uno en el vientre,
como hay pájaros sin alas
que aseguran beber nubes del cielo.

Pero es imposible saber cómo late el corazón
si no se calla para oírlo,
difícil sentir el dolor
cuando sufren los de al lado.

Dónde guardamos la sonrisa empírica entonces,
Dónde reírnos como demonio viejo
si no es desde nuestro cuerpo,
de nuestra mente y vagina,
de la experiencia
tan redonda
de tocar, de ver y oler
como cachorras ante el mundo.

Todo son grados:
la apertura de vida
o el hábito de clausura,
hecha como estoy de segundos cuadrados,
pieza de puzzle en camuflaje.

Todo depende de lo relativa que me levante de la cama
porque quizá me acueste firmando bulas papales
y siendo tan hombre como tú,
que me miras desde el otro lado

y mientras el semáforo espera el verde
adivinas la talla de mis tetas

bajo la camiseta de verano.

Quizá me acueste contigo
tan dulce como soy;
quizá duerma sola,
como de costumbre,
con mi gata.

pisando (mas bien) flojo

Perderé el equilibrio.


Se me atascará la punta del zapato en el hueco de la alcantarilla.

Me caeré dentro.

Se cerrará el telón.
 

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