
Me gusta el blanco esperanza,
el blanco con la boca así de grande
como cuando grité “ah!” sobre las coronillas de los que pasaban bajo el puente
y que, en un instante, se volvieron ojos que me miraban estupefactos
mientras saltaba por la barandilla y me lanzaba sobre ellos.
Sabía que no me dolería nada tras el golpe porque no habría tal golpe.
Sabía que no me levantaría aturdida y con el cúbito sobresaliendo de piel con sangre,
porque todos esos ojos, coronillas que no miraban alto antes de mi grito,
se volverían colchonetas con manos
y yo, peso de pluma entre la gente.
La confianza es algo que se pierde,
Pero bueno es saber que es algo que también se gana.
fíate sólo y sólo de las malas personas. Nunca cambiarán. Nunca te sorprenderán ;)
Buen consejo ese.
Molaría que todo el mundo se preocupase un poco menos por su pelo y un poco más por los demás.
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