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ADIOS




No quiero más adioses, ni dioses, ni tragedia
No quiero la vendimia del párpado arrugado
No quiero bucear en mi cuerpo y ver seco el lago

No quiero estremecer pulsos, tentar a la suerte, que me levante acaso
No quiero el decibelio, sinfonía de lo extraño

No quiero tu vapor de ira si me envuelvo de seda
No quiero ser seda, ni blanda, ni esparto

Quiero querer y querer todo, creo
Creer de crear
A ciegas
Sin bastones

confío



Me gusta el blanco esperanza,
el blanco con la boca así de grande
como cuando grité “ah!” sobre las coronillas de los que pasaban bajo el puente
y que, en un instante, se volvieron ojos que me miraban estupefactos
mientras saltaba por la barandilla y me lanzaba sobre ellos.

Sabía que no me dolería nada tras el golpe porque no habría tal golpe.
Sabía que no me levantaría aturdida y con el cúbito sobresaliendo de piel con sangre,
porque todos esos ojos, coronillas que no miraban alto antes de mi grito,
se volverían colchonetas con manos
y yo, peso de pluma entre la gente.

La confianza es algo que se pierde,
Pero bueno es saber que es algo que también se gana.

Devenir del amor




Te ocuparé el alma
cuando seas más sumiso.

Me inmolaré en tu no-cuerpo.

Y volveremos a la arcilla,
al sustrato universal
que fuimos todos.
 

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