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pulpa en la piscina

Me gusta tocar.
Y estar en una piscina es como estar en un dado
pero al revés.

En un dado,
dentro del azar.

La piscina es asfixia exógena.

Las caras se mezclan con tentáculos.
Yo tengo ocho,
el mundo, seis.

Por eso vivo en ansia.

Quiero tocar más de lo que existe.

Mi tacto es informe
porque el mundo es informe.

Y porque sólo tiene un seis
dibujado en el ocho de mis sobras
como río indescifrable.

Me río.
Bajo al dedo.
Meriendo uñas.
Ventosas enmoheciendo acantilado.
Verde de piscina verde.

Me gusta tocar.
Soy tan rápida con las manos como con cualquier
otro apéndice de mi cuerpo,
porque todos están hechos para amar,
y sentir desde el púlpito,
el pálpito de pulpa frutal,
de pulpo virgen succionando arrecife y piscina congelada.

Baldosa azul.
Piscina verde.

Desde dentro del dado,
la mujer de la ONCE,
Desde dentro,
la mujer del bingo,
Desde,
la mujer quiniela.

Seis caras,
ocho manos.

Desde dentro del dado
al norte, todo oxígeno,
o respiración asistida
del socorrista moreno.

Desde dentro del dado
al sur, más baldosa
pero baldosa amarilla,
pero baldosa de sur
de desierto y camello arenque.

Desde dentro del dado,
oeste y este es lo mismo,
bruja buena o la hermana,
bruja verde,
toda piscina.

Desde dentro del dado
zurdo o diestro
quién me viera,
fallando tiza en mano
ante la pizarra matemática
que nunca me amó,
tiza en mano,
zurdo o diestro
que es lo mismo.

La dirección es un trazo irónico,
en la faz del agua que juega.

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